El bosque mediterráneo

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Para los que prefieran que se lo contemos, hemos preparado un extracto en audio, que facilitará la comprensión del tema que nos ocupa.

El Matorral Mediterráneo

Es un ecosistema que se extiende por amplias zonas del término municipal de Ambite, lo que confiere un alto valor ecológico a esta zona del valle del Tajuña.

Ciertamente el bosque mediterráneo fue en el pasado el ecosistema característico de la mayor parte del interior de la Península ibérica, pero el ser humano ha provocado a lo largo del tiempo una gran transformación de este ecosistema por su explotación y hoy día ha quedado convertido, en su mayor parte en grandes extensiones de matorral, más que de bosque. Actualmente, con el progresivo abandono de muchas zonas rurales se va recuperando en muchas áreas, pero tardará décadas en tomar porte arbóreo y adquirir su estructura original.

Aunque aparentemente llamen más la atención los bosques del norte, el bosque mediterráneo alberga una enorme biodiversidad y es uno de los motivos por el cual la cuenca mediterránea es uno de los puntos calientes de biodiversidad del planeta.

En Ambite el matorral mediterráneo lo encontramos en zonas de ladera del valle del Tajuña y en áreas del páramo o llano (como lo conocemos en  Ambite). La especie dominante es la encina (Quercus ilex subsp. ballota) es un árbol de mediana altura, aunque podemos encontrarnos con excepciones cuando se trata de árboles muy longevos; es el caso de la famosa Encina de Ambite (de más de 500 años de vida), junto al palacio de los Marqueses de Legarda y también de la Encina de la Huerta a orillas del río. Ambos ejemplares están dentro del Catálogo de Árboles Singulares de la Comunidad de Madrid, al igual que la famosa Encina de la Pica, que se encuentra en el término municipal de Olmeda de las Fuentes, casi limitando con el término municipal de Ambite.

La encina es una especie capaz de sobrevivir al estrés hídrico al que se ve sometida cada verano, cuando, durante al menos 3 meses, las lluvias son muy escasas o prácticamente inexistentes y las temperaturas máximas oscilan entre 30 y 40º. ¿Cómo puede la encina sobrevivir en estas condiciones?

Absorbiendo cualquier rastro de agua y sales minerales, gracias a unas raíces muy profundas.

Reduciendo la transpiración (pérdida de vapor de agua por las hojas), gracias a diversas adaptaciones:

El menor tamaño de sus hojas (comparado con hayas y robles)

La existencia de una capa impermeable de ceras en las mismas

La presencia de un fieltro blanquecino en el envés (cara inferior) de la hoja

Las hojas gruesas y coriáceas (correosas), todo lo contrario que hayas o robles, de hojas más finas y flexibles

 

Encina en el camino de la Vega

Por otra parte la encina es un árbol perennifolio, es decir que aunque sí pierde hojas su renovación es permanente y las que brotan la sustituyen, por lo que el árbol nunca se queda desnudo. Esto contrasta con los bosques caducifolios del norte, que en suelos más profundos y con más nutrientes, pueden permitirse el “lujo” de renovar todo su follaje anualmente.

Otra adaptación adquirida por la encina en su evolución ha sido la presencia de numerosos dientes en el borde de sus hojas, lo que la protege, en parte, de grandes mamíferos herbívoros como el corzo (Capreolus capreolus), cada vez más abundante, o no tan grandes como el conejo común (Oryctolagus cuniculus). Es notable la diferencia entre las hojas de las ramas bajas o de las encinas pequeñas, con muchos dientes y las hojas de las ramas altas (que no necesitan protección), casi sin dientes.

Jabalíes en un encinar

El fruto de la encina es la bellota y en nuestro monte da sustento a numerosas especies de vertebrados, entre ellos algunos de los más abundantes: el jabalí (Sus scrofa) y la paloma torcaz (Columba palumbus); de hecho, para ésta última, la bellota es el principal alimento en otoño, encontrándose en ocasiones ejemplares de paloma torcaz con más de 20 bellotas en el buche. También debemos destacar a otra ave menos abundante, pero mucho más ruidosa, el arrendajo euroasiático (Garrulus glandarius); esta especie tiene la costumbre de almacenar bellotas en “despensas” bajo tierra, con el propósito de volver luego para alimentarse en el invierno. El resultado es que las despensas olvidadas acaban brotando en primavera, convirtiendo así al arrendajo en un buen aliado del encinar.

Pero en el monte del encinar siempre coexisten varias especies vegetales, a diferencia de los pinares de repoblación, donde la biodiversidad vegetal es muy limitada. Así otra especie típica de nuestros montes de encina es la coscoja (Quercus coccifera), un arbusto también perennifolio que no suele llegar a los 3m de altura y es congénere de la encina (Quercus). Sus frutos también son las bellotas, aunque se diferencia de la bellota de la encina porque en su cúpula tiene escamitas que se prolongan en pequeños dientes; en cambio, la bellota de la encina solo tiene pequeñas escamitas planas. La coscoja también se diferencia por un color verde brillante más claro que la encina, que es verde oscuro y mate, aunque en el resto de aspectos las hojas son muy parecidas. La coscoja está muy bien adaptada a la sequía, encontrándose incluso en las zonas más soleadas.

Coscoja formando el fruto

Barranco del Valle del Tajuña en otoño, con encinas y quejigos

Arce de Montpellier en otoño

Pero la coscoja no es el único congénere de la encina, porque en el monte también tenemos el quejigo (Quercus faginea), un árbol de altura similar a la encina y que también produce bellotas. Pero en este caso la hoja es de mayor tamaño que la de la encina, no tiene dientes tan marcados y no es tan coriácea; este árbol es conocido por los ambiteños como roble. El mayor tamaño de la hoja lo relacionamos con el hecho de que el árbol necesita más humedad, no está tan bien adaptado frente al verano de Ambite. Por ello lo veremos más abundante en zonas de ladera orientadas al norte (con más sombra y por tanto más humedad) o bien fondos de valle de los numerosos barrancos del valle del Tajuña, también con más humedad. El quejigo pierde totalmente la hoja, aunque lo hace ya avanzado el invierno, hasta entonces veremos la hoja amarilla y finalmente marrón, que permanece seca mucho tiempo en el árbol (hoja marcescente).

En otoño, cuando la variedad de colores nos permite diferenciar las distintas especies de árboles, se ofrecen unas vistas muy agradables para todo naturalista y paseante.

También podemos encontrarnos en ciertos lugares con el arce de Montpellier (Acer monspessulanum), única especie de arce que sobrevive en este ecosistema, en zonas con más sombra y humedad gracias a sus pequeñas hojas de textura ligeramente coriácea. En estos rincones más húmedos también se puede encontrar un escaso y atractivo arbusto: el rusco (Ruscus aculeatus).

Además existen otros arbustos que serán más abundantes en el siguiente hábitat, el carrascal o chaparral.

En el encinar, el aprovechamiento tradicional de la madera, en muchos casos para leña, provocó hasta un pasado bastante reciente un impacto muy notable en nuestros montes de encina, añadido esto a la necesidad ancestral de establecer cultivos de cereal, olivares, almendros o viñedos. Pero entre mediados y finales del siglo pasado, con el éxodo de la gente del campo a la ciudad, muchos de estos cultivos se abandonaron y además el consumo de leña disminuyó drásticamente, sustituida en gran medida por el gasóleo, lo que facilitó una mayor conservación del encinar y que sus especies características hayan recuperado mucho espacio.

Por tanto, los aprovechamientos tradicionales y la heterogeneidad de las variables ambientales en Ambite (orientación, relieve, profundidad del suelo, tipo de roca, humedad, etc…) han sido los causantes de una variedad muy interesante de hábitats y especies.

Rusco con sus llamativos frutos rojos

Los distintos Hábitats

El chaparral

 Chaparral y campo de cereal en primer término

Detalle de flores y hojas de romero

Curruca cabecinegra

Es un hábitat con predominancia de encinas de menor porte y con más presencia de arbustos, que también existen en el encinar, entre otros la coscoja y numerosas especies de frutos rojos o negros en su madurez, como el aladierno (Rhamnus alaternus),  la efedra (Ephedra fragilis), el jazmín silvestre (Jasminum fruticans), el espino negro (Rhamnus lycioides), la cornicabra (Pistacia terebinthus) y el torvisco (Daphne gnidium). Estos frutos sirven de alimento a numerosas aves como el mirlo común (Turdus merula).  También podemos encontrar al espantalobos o sonajas (Colutea arborescens), que debe su nombre a que el fruto es una legumbre inflada y cuando el viento lo hace chocar con las ramas produce un sonido característico. Además aparece una especie de jara con hojas de color blanco-grisáceo, la jara blanca (Cistus albidus), de flores entre rosado y violeta es una de las pocas jaras que soporta suelos calcáreos (con caliza como roca madre), por ello es una de las pocas que se pueden ver en Ambite. Además en suelos calcáreos encontramos un arbusto aromático conocido por todos como es el romero (Rosmarinus officinalis), pero también existen otros arbustos de menor talla o matas como el tomillo común (Thymus vulgaris), el tomillo salsero (Thymus zygis) y el espliego (Lavandula latifolia). Estas plantas aromáticas, todas ellas de la familia Lamiaceae, constituyen la base para la famosa miel de la Alcarria. En el chaparral podremos escuchar y ver volar bajo entre los arbustos a varias especies de curruca, una de las más frecuentes es la curruca cabecinegra (Sylvia melanocephala) y podemos ver asolarse entre los matorrales a la lagartija colilarga (Psammodromus algirus). Por otro lado, controlando las plagas de micromamíferos, la culebra bastarda (Malpolon monspessulanus) es esencial en Ambite. No olvidemos, finalmente, el lacértido más grande de la Península Ibérica: el lagarto ocelado (Timon lepidus), una joya que mantiene a raya a numerosos invertebrados.

Cuando el suelo es más pobre, a menudo por la presencia de yesos, el chaparral, se transforma en un nuevo hábitat, aquí se simplifica el número de especies y podemos encontrar muy pocos arbustos, entre ellos la retama común (Retama sphaerocarpa) y la aulaga o aliaga (Genista scorpius), ambas especies de la familia de las leguminosas son capaces de obtener los nitratos (sales minerales fundamentales para las plantas) a partir del nitrógeno del aire, gracias a la asociación con unas bacterias (Rhyzobium spp.) presentes en su raíz, con la formación de nódulos característicos.

Culebra bastarda

También podemos encontrar esparto o atocha (Macrochloa tenacissima), una herbácea bastante abundante que pertenece a la familia de las gramíneas, como los cereales y por ello forma espigas, donde se encuentran las semillas, sus hojas alargadas han sido utilizadas tradicionalmente en Ambite para cestería, entre otros usos.

También, en estos hábitats, existen algunos mamíferos carnívoros notables, como la gineta (Genetta genetta) y la garduña (Martes foina), ambas incluyen en su dieta diversos roedores, como el ratón de campo (Apodemus sylvaticus). Mientras, de carácter omnívoro tenemos al tejón (Meles meles) y al zorro común (Vulpes vulpes). Todos ellos difíciles de ver por sus hábitos nocturnos.

Aulaga floreciendo en febrero

Nódulos característicos en raíces de leguminosas

Los roquedos y canchales de ladera

Roquedo en el Valle del Tajuña

En Ambite existen algunos roquedos notables y puntualmente algún pequeño canchal de ladera (zonas de transporte de fragmentos de las calizas del páramo). En estos lugares el número de especies se reduce, aunque tenemos grandes depredadores como el búho real (Bubo bubo) e incluso el águila real (Aquila chrysaetos), que encuentran aquí lugar para nidificar.  Otra especie importante que anidaba aquí hasta principios de este siglo era el halcón peregrino (Falco peregrinus). También es frecuente la presencia de los necrófagos o carroñeros como el buitre leonado (Gyps fulvus) y menos la del buitre negro (Aegypius monachus), especialmente en el entorno de la Peña Hueca, aunque hasta el presente no anidan en la zona. Hay que matizar, en todo caso que el buitre negro, a diferencia del leonado, no anidaría en roquedos sino en copas de encinas o pinos, habitualmente. Por fin existen otras aves de menor porte como el roquero solitario (Monticola solitarius) y algunas especies de reptiles, como la recientemente descrita lagartija verdosa (Podarcis virescens) o la culebra lisa meridional (Coronella girondica), que basa su alimentación en las lagartijas citadas.

Águila real sobrevolando Ambite

Roquero solitario macho, inconfundible por su librea azulada

La estepa cerealista

En algunas zonas de ladera del valle y sobre todo en el páramo el bosque mediterráneo ha dado paso a lo largo del tiempo a cultivos diversos, sobre todo cereales: trigo (Triticum spp.), cebada (Hordeum vulgare)…  

Estepa de cereal en el páramo, en otoño

De esta forma en gran parte del páramo existe una estepa cerealista donde viven numerosas aves esteparias que se alimentan sobre todo de semillas, entre otras, la alondra común (Alauda arvensis), sólo presente en invierno, la cogujada común (Galerida cristata), la perdiz roja (Alectoris rufa), la codorniz común (Coturnix coturnix), que casi ha desaparecido, y una de las aves más grandes de Europa, la avutarda (Otis tarda), también en peligro. Pero no olvidemos a las rapaces como el cernícalo vulgar (Falco tinnunculus), el águila calzada (Hieraetus pennatus), el aguilucho cenizo (Circus pygargus) y el aguilucho pálido (Circus cyaneus). Los últimos censos realizados nos confirman que las aves esteparias son más vulnerables si las comparamos con las forestales y el factor fundamental que provoca este hecho es la gestión agrícola, muy volcada al uso de insecticidas, herbicidas y abonos químicos, además de la eliminación de los setos, entre tierras de labor. Todo ello provoca la disminución drástica de los insectos, que muchas de estas aves utilizan en época de cría para alimentar a los pollos, pues son una excelente fuente de proteínas, nutriente esencial para su crecimiento.

Además en estas áreas esteparias es posible ver saltar a la liebre ibérica (Lepus granatensis), que confiada en su inmovilidad y su color de camuflaje no huirá de su “cama”, donde descansa durante el día, hasta que casi la pisemos. Tampoco es difícil descubrir los típicos montones de tierra producidos por el topillo mediterráneo (Microtus duodecimcostatus) al excavar sus galerías. También podríamos ver a la culebra de escalera (Zamenis scalaris), un oficio muy característico por las dos líneas longitudinales, y en el caso de los individuos jóvenes, con líneas transversales simulando el dibujo de una escalera. Es una serpiente abundante y totalmente inofensiva, necesaria en los campos de cultivo y cerca de los pueblos ya que se alimenta de ratas, ratones y topillos.

Culebra de escalera

Los olivares

Pequeño olivar en un pedregal

Estornino negro con su librea negra y su pico amarillo característico

Por otra parte, sobre todo en las laderas del valle (más resguardados del viento frío del páramo) encontramos muchos olivares (Olea europaea), refugio para aves tan interesantes y en peligro como el mochuelo europeo (Athene noctua) y sus aceitunas son fuente de alimento para el zorzal charlo (Turdus viscivorus), el estornino negro (Sturnus unicolor) y el estornino pinto (Sturnus vulgaris), este solo en invierno. En otoño e invierno puede haber también zorzal común (Turdus philomelos) y zorzal alirrojo (Turdus iliacus). Debido al abandono de muchos de los olivares de Ambite hoy podemos ver que han aparecido en ellos todas las especies características del encinar conviviendo con los propios olivos. Existe, en Ambite, un olivo catalogado como árbol singular por la Comunidad de Madrid, el Olivo Santo, situado en la ladera orientada al sur del valle del Tajuña, no muy lejos del límite del término municipal con Orusco.

Olivo Santo

Los pinares

En este caso hablamos de repoblaciones realizadas con pino carrasco (Pinus halepensis), generalmente en zonas de matorral mediterráneo con poca densidad de encinas, una de ellas se realizó en los años 60 del siglo XX, en el entorno de la Vía verde del Tajuña y otra, mucho más extensa, en los años 90, en las cercanías de la Peña Ambite, en la ladera del valle del Tajuña orientada al norte.

Pinar de pino carrasco en la ladera del Valle del Tajuña

Existe algún otro pinar, pero de mucho menor entidad.

Aunque la especie dominante es el pino carrasco, existen numerosas encinas mucho más longevas que los propios pinos, así como otros ejemplares que han ido apareciendo desde entonces. También se puede observar algún quejigo e incluso hay algún nogal (Juglans regia). Contamos además con varios de los arbustos característicos del matorral mediterráneo como la aulaga, el jazmín silvestre, el espino negro, la coscoja y el aladierno.

También es fácil observar mirlos y palomas torcaces, que siendo abundantes en el matorral mediterráneo, pueden construir sus nidos en los pinos con ramaje denso. Pero también veremos aves típicamente forestales como el carbonero común (Parus major) y el mito (Aegithalos caudatus). Entre las rapaces destacar al azor común (Accipiter gentilis), por su carácter netamente forestal.

Mamíferos típicos del matorral mediterráneo como el corzo y el jabalí, también están aquí presentes y no es difícil ver alguna madriguera de conejo. También existe la ardilla roja (Sciurus vulgaris), incluso en el pinar de la Vía verde, al menos hasta la entresaca realizada en 2020 y la posterior nevada en enero de 2021 que lo diezmaron, era frecuente verlas.

Carbonero común

Ardilla roja trepando a un pino carrasco

El suelo

Pero existe otro hábitat fundamental: el suelo, imprescindible lógicamente para las plantas y como sostén de todo el ecosistema, en él se reproducen, se alimentan, excavan galerías o hibernan numerosas especies. Entre otros insectos, algunas especies de escarabajos son importantes en el procesado de la materia orgánica del suelo, como el escarabajo blaps (Blaps sp), papel que comparte con otro animal que no es un insecto: la lombriz de tierra (Lumbricus terrestris). Esta labor de descomposición la finalizarán numerosas especies de hongos y bacterias, haciendo posible así el reciclado de la materia en el ecosistema. Una especie que muchas veces se confunde con la lombriz es la culebrilla ciega (Blanus fuscus), un reptil (pero no culebra), sin patas y ciego que se basa su alimentación en hormigas que captura en los orificios por los que se mueve.

También, de hábitos subterráneos y lapidícolas podemos encontrar a la culebra de cogulla occidental (Macroprotodon brevis), incluida en el catálogo regional de la Comunidad de Madrid como especie “Vulnerable”.

Culebrilla ciega

El suelo es fuente de vida en el encinar

Los insectos del matorral mediterráneo

En el matorral mediterráneo, en sus diversas versiones, tenemos numerosas especies de insectos. Entre ellos algunos saltamontes, como el saltamontes de alas rojas (Oedipoda germanica) y el saltamontes de alas azules (Oedipoda caurulescens), sin olvidar a la langosta egipcia (Anacridium aegyptium), esta puede ser visto en huertos y jardines, llama la atención por su gran tamaño, siendo la hembra mucho mayor que el macho, unos 7cm y 4cm respectivamente y también porque es bastante resistente a los cambios de temperatura, así que puede ser visto prácticamente todo el año, excepto los días más fríos. Todos ellos son herbívoros.

Entre las mariposas, la más común es la mariposa de la col (Pieris sp), que se puede ver salvo en los días más fríos del año, aunque también es frecuente observar, entre otras: la mariposa de los muros (Pararge aegeria), la cleopatra (Gonepteryx cleopatra), el ícaro (Polyommatus icarus), la vanesa atalanta (Vanessa atalanta) y la esfinge colibrí (Macroglossum stellatarum) estas dos últimas son migradoras. Destacaremos por su gran tamaño a la cola de golondrina (Papilio machaon), que suele preferir el hinojo (Foeniculum vulgare) para depositar sus huevos y que sirva de alimento para sus grandes y vistosas larvas.

Langosta egipcia en apareamiento

Larva de la mariposa Cola de Golondrina sobre hinojo

Mantis religiosa devorando una avispa que acaba de capturar

Por otra parte, no podemos olvidar a la abeja de la miel (Apis mellifera) por su contribución a la producción de miel y a la polinización de muchas plantas del matorral mediterráneo. También son buenos polinizadores el abejorro común (Bombus terrestris) y el abejorro carpintero (Xylocopa violacea), bastante conocido por su gran tamaño y por ser muy común, es de color negro con reflejos violetas y excava galerías en la madera, donde depositará los huevos. Existen también varias especies de avispas (Vespula spp., Polistes spp…) y destacamos al avispón (Vespa crabro) por su gran tamaño, la mayoría de ellas de régimen omnívoro.

Destacamos también la mosca de la carne (Sarcophaga carnaria), el moscardón (Calliphora vomitoria) y la mosca verde (Lucilia caesar), que aprovechan cadáveres y desechos orgánicos para realizar la puesta o para alimentarse.

No olvidemos a un insecto depredador, la mantis religiosa (Mantis religiosa), que captura garrapatas e insectos de casi cualquier grupo: moscas, mariposas, saltamontes…, a los que da caza disparando su primer par de patas, que cuando acecha las tiene recogidas. Es un consumado experto en el camuflaje, lo que facilita sus ataques, muestra un color verde en primavera, pero pasa a un color entre amarillento y marrón a medida que la vegetación se seca en verano. La mantis comparte con algunas arañas una fama bien conocida y es que la hembra se come al macho, en numerosas ocasiones, después de la cópula.

A modo de conclusión

Al estudiar el encinar aprendemos que su única fuente de energía es la luz del sol y que sus únicas fuentes de materia son el suelo (con las sales minerales y el agua) y el aire (con el oxígeno y el dióxido de carbono). A partir de aquí las plantas, que así obtienen su alimento, servirán a su vez de alimento para herbívoros, luego vendrán omnívoros y carnívoros, después los necrófagos y finalmente los detritívoros o descomponedores que se alimentan de cualquier resto de animal o planta que haya en el suelo, transformándolo finalmente en sales minerales que servirán de nuevo de materia para las plantas. Podemos aprender algo importante del matorral mediterráneo: en él no hay ningún residuo inútil, todo se recicla.

Hoy se impone salvaguardar nuestros encinares para futuras generaciones evitando las amenazas que provocan su total destrucción como las canteras y las talas indiscriminadas.

Este proyecto ha sido posible gracias al Ayuntamiento de Ambite y a la colaboración de: