Entorno geológico

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Para los que prefieran que se lo contemos, hemos preparado un extracto en audio, que facilitará la comprensión del tema que nos ocupa.

La geología de Ambite que NO VEMOS

Los esfuerzos tectónicos resultantes de la aproximación entre África y Eurasia en los últimos 60 millones de años dieron lugar al levantamiento del Sistema Central al Norte, de la Cordillera Ibérica y la Sierra de Altomira al Este, y de los Montes de Toledo al Sur, generándose una zona interior deprimida, la actual Cuenca del Tajo, que se fue rellenando de sedimentos arrastrados por ríos y abanicos aluviales provenientes de los terrenos elevados de las montañas circundantes, al tiempo que éstas mismas seguían levantándose.

De esta forma, es el equilibrio inestable entre la elevación de los bordes montañosos y la sedimentación en el interior de la cuenca, lo que da lugar a los terrenos que hoy en día ocupan la Cuenca del Tajo, en cuya zona este se encuentra el término de Ambite.

En la zona de Ambite, la influencia de los Montes de Toledo es irrelevante, de forma que la disposición y los tipos de los materiales que se observan en superficie vienen condicionados principalmente por el movimiento de los márgenes norte y este, y por el clima imperante a lo largo de los tiempos en que se formaron los terrenos que vemos hoy en día.

El mapa geológico adjunto muestra las distintas unidades geológicas identificadas en superficie en esta zona este de la Cuenca del Tajo, y el perfil geológico que lo acompaña muestra un corte del terreno (como el corte de una tarta) que visualiza la disposición de esas unidades geológicas. La leyenda sirve como referencia del mapa y el corte geológicos, y permite visualizar las edades geológicas en que se formaron las rocas. La consulta de los tres gráficos servirá para entender mejor la exposición geológica que sigue.

Planta geológica general del Este de la Cuenca del Tajo

Perfil geológico transversal del Este de la Cuenca del Tajo

Si nos remontamos a épocas antiguas, al final del periodo Jurásico, hace 145 millones de años, la zona donde se ubica Ambite probablemente formó parte de la zona costera, habiendo estado con anterioridad seguramente emergida. Posteriormente en el Cretácico, se produjo la invasión del mar que dio lugar, entre otros materiales, a la sedimentación de un barro calcáreo que con el tiempo se transformó en una capa de rocas calizas de decenas de metros de espesor, que recubre parcialmente el fondo de la Cuenca del Tajo. Esta capa, que alcanza las estribaciones del Sistema Central, genera aquí en la actualidad escarpes rocosos que sirvieron de cerrada y apoyo para la construcción de la presa conocida como Pontón de la Oliva para el abastecimiento de agua del Canal de Isabel II a mediados del siglo XIX.

Es en esta situación, al final del periodo periodo Cretácico, cuando poderosas fuerzas telúricas producen la ruptura de la superficie de la tierra generando importantes fallas de orientación Noreste-Suroeste, que comienzan el levantamiento de lo que hoy conocemos como Sistema Central, el cual se prolongó de forma relevante hasta hace unos 15 millones de años, generando en total una elevación de más de 2.000 metros.

Mientras el Sistema Central continúa su ascenso, hace en torno a 30 millones de años empieza a levantarse la Cordillera Ibérica a favor de fallas de orientación Noroeste-Sureste, aproximadamente perpendiculares a las del Sistema Central, mientras que la Sierra de Altomira se levanta a favor de fallas Norte-Sur. Si bien la Cordillera Ibérica supone el borde oriental de la Cuenca del Tajo, la Sierra de Altomira, de mucha menor entidad, emerge dentro de la propia Cuenca del Tajo dividiendo la misma en una zona oriental (la Subcuenca de Loranca) y una zona occidental, la Subcuenca de Madrid. Son estos relieves de la Sierra de Altomira los que han permitido construir con ventaja las presas de Entrepeñas y Buendía, cuya zona embalsada se extiende por la Subcuenca de Loranca.

El borde norte de la cuenca está formado por rocas antiguas (>300ma) de origen ígneo (solidificación de magmas fundidos) y metamórfico (rocas transformadas por elevadas presiones y/o temperaturas), que se prolongan en profundidad por debajo de toda la Cuenca del Tajo, y que por tanto se encuentran también en profundidad debajo de Ambite. Sin embargo, las rocas que forman las sierras del borde este de la cuenca son de tipo sedimentario (calizas, margas, arenas, arcillas, yesos…) depositadas más recientemente en lo que fueran mares o continentes antiguos, jurásicos, cretácicos o triásicos, y algunas de las cuales se prolongan también bajo la Cuenca del Tajo en la zona (y por tanto también bajo el pueblo de Ambite) formando una relativamente delgada capa que recubre las antiguas rocas ígneas.

Como consecuencia del levantamiento mayor o menor de todos los bordes, la Cuenca del Tajo se convierte en una cuenca cerrada, sin salida al mar.

Al tiempo que se levantan los bordes de la cuenca, los ríos erosionan las montañas en formación y arrastran las tierras hacia la Cuenca del Tajo, donde se van depositando a lo largo de los ríos principales o bien mediante abanicos aluviales en la salida de las montañas, o más adentro en lagos o lagunas.

En los primeros tiempos de la cuenca, a lo largo del periodo Paleógeno (hace entre 60 y 20 millones de años aproximadamente) el levantamiento de los bordes, la fracturación de las rocas y su plegamiento es intenso, lo que genera una configuración paleogeográfica (relieve, hidrografía…) variada y muy distinta de la que luego gobernó la sedimentación en el periodo Neógeno, y por supuesto de la que tiene actualmente la Cuenca del Tajo, lo que da lugar a que los arrastres que se van acumulando en la cuenca presenten una gran variedad litológica (tanto gravas, arenas y arcillas provenientes de ambientes fluviales como calizas y otras sales, depositadas en lagos más o menos salinos) y geográfica. Estos depósitos paleógenos alcanzan a menudo varios cientos de metros de espesor, e incluso más de 1 kilómetro en algunas zonas.

Hasta aquí la historia geológica oculta de Ambite, no observable en superficie hoy en día, cuyos testigos descansan por debajo del río Tajuña a centenares o incluso a más de 1.000 metros de profundidad, en forma de rocas de distintas características y épocas, testigos de lo que ocurrió hace millones de años, cuyo devenir posterior dio lugar a la formación del mundo geológico que observamos hoy en día en superficie, andando por los campos de Ambite.

La geología de Ambite que VEMOS

La historia geológica “reciente” de Ambite, aquella que podemos pisar con nuestras botas en un paseo por el término municipal, se inicia en un gran lago salino.

En los primeros tiempos del periodo Neógeno, hace unos 20 millones de años, cuando los principales esfuerzos tectónicos que dieron lugar al levantamiento de los bordes han disminuido, se genera una cierta estabilidad paleogeográfica, siendo el esquema sedimentario el de una cuenca endorreica bajo clima árido, sin drenaje hacia el exterior.

Se instalan así en la salida de las montañas ríos efímeros y torrentes que depositan los materiales más groseros (gravas y arenas fundamentalmente) en los abanicos aluviales de borde, y al avanzar hacia el interior de la cuenca y perder energía de arrastre, se comienzan a depositar en estos abanicos materiales más finos, arenas, limos y arcillas, e incluso calizas y sales en zonas más tranquilas en las playas de acceso a los lagos. Finalmente, en los lagos que ocupan las zonas centrales de la cuenca se depositan arcillas y sobre todo gran cantidad de sales, aproximadamente entre 20 y 15 millones de años atrás, constituyendo la unidad estratigráfica conocida como “Unidad Inferior del Mioceno”, que alcanza un espesor de hasta 500 metros en las zonas centrales de la Cuenca del Tajo.

Una representación idealizada de la geografía de aquella época se muestra en el gráfico adjunto:

(Gráfico modificado de: Calonge, A. y Rodríguez, M. (editores.). 2008. Geología de Guadalajara.  Obras colectivas Ciencias 03 UAH.)

De esta forma, si hubiéramos podido estar en la ubicación de Ambite en aquella época, habríamos visto un gran saladar, semejante a las imágenes que vemos de los grandes saladares chilenos, una inmensa llanura seca y cubierta de sales blanquecinas, que sólo en épocas lluviosas quedaría inundada. La prolongación de esta situación en el tiempo, durante algunos millones de años, junto con la subsidencia o hundimiento de la Cuenca del Tajo que aún seguía produciéndose, dio lugar a la acumulación de espesores de sales importantes, que llegan a superar los 100 metros.

Estas sales se han conservado hasta nuestros días, y constituyen los grandes farallones rocosos fundamentalmente yesíferos, de color blanquecino, que se observan en los flancos del río Tajuña, muy relevantes en la margen derecha del río donde cruza la autovía A-3, pero también observables en Ambite, a lo largo del valle del Tajuña, sobre todo en la margen derecha camino de Orusco. Algunos de los túneles de la llamada “Vía ferroviaria de los 40 días” se excavan en ellos.

Afloramiento de yesos. Fotografía tomada en Tielmes.

Litológicamente, esta unidad es una asociación compleja de fases sulfatadas, carbonatos y cloruros, habiéndose descrito depósitos de distintos minerales de origen químico (yeso, anhidrita, glauberita, thenardita, polihalita, halita, dolomita y magnesita) observables tanto en afloramientos como en sondeos.

Intercaladas entre los yesos se encuentran capas de margas yesíferas verdes, cuyo espesor, minoritario, varía según las zonas.

A partir de 15 millones de años atrás aproximadamente, bien por un cambio climático a condiciones más húmedas, o por una reactivación de los relieves cercanos, se produce un incremento relevante del nivel de energía en la Cuenca del Tajo, lo que origina un aumento de los abanicos aluviales que se desarrollan al pie de las montañas, que llegan a ocupar el emplazamiento actual de Ambite. De esta forma, el antiguo lago salino se retira y su lugar es ocupado fundamentalmente por las zonas exteriores de los abanicos aluviales, que arrastran hasta allí materiales erosionados provenientes de la Sierra de Altomira, fundamentalmente materiales finos tipo arcilla, ya que los materiales más groseros, arenas y gravas, se depositan en las inmediaciones de la sierra, al pie de sus relieves. Estos cambios marcan el inicio de la sedimentación de la unidad estratigráfica conocida como “Unidad Intermedia del Mioceno”.

Se formarían así amplias llanuras de inundación, con eventuales encharcamientos y algunos canales fluviales divagantes, que con el tiempo irían evolucionando a sistemas con menor energía, siendo más frecuente los encharcamientos salinos, aunque nunca llegaron a alcanzar la extensión de los lagos salinos de la Unidad Inferior.

Así, en las extensas llanuras de inundación se depositarían arcillas en las épocas lluviosas, arrastradas por la superficie de los abanicos aluviales, mientras que en los encharcamientos temporales se generarían delgados depósitos calcáreos, y ocasionalmente algunas arenas/areniscas en los canales fluviales que eventualmente alcanzaran la zona.

Las arcillas constituyen la mayor parte de la unidad, y se disponen en capas de pocos metros de espesor, de color rojizo y a veces verde, que se hace grisáceo a techo, en la parte superior de la unidad. Las capas calizas tienen generalmente espesor centimétrico aunque ocasionalmente puede superar el metro.

Al disminuir la energía del medio, como se ha dicho, empieza a ser frecuente la formación de lagos efímeros de mayor salinidad, donde se forman depósitos salinos, dentro aún de un predominio de sedimentación general de arcillas.

En Ambite esta subunidad puede observarse en ambas márgenes del valle del Tajuña, aunque casi siempre está cubierta por los abundantes coluviones y deslizamientos de ladera de los que se hablará más adelante.

No obstante, puede observarse con facilidad en uno de los desmontes de la carretera de Ambite a Loranca de Tajuña, en las proximidades del cruce con la carretera de Mondéjar, y también en los pequeños desmontes generados por el Camino Alto de la Fuente del Robledillo.

Afloramiento de las arcillas verdes y rojas en el Camino Alto de la Fuente del Robledillo, bajo suelos coluviales, semicubiertas al pie por los derrubios del desmonte. Unidad Intermedia del Mioceno.

Detalle de los niveles interestratificados de yeso y arcillas, en los que resaltan los yesos (de color blanquecino) por su mayor dureza, en la carretera de Ambite a Loranca. Unidad Intermedia del Mioceno.

A finales de este periodo, la disminución de salinidad del medio, quizá asociado a una climatología más húmeda, generaliza en Ambite un ambiente lacustre de menor salinidad, en el que se desarrollan zonas pantanosas. En estos lagos se depositaron predominantemente calizas y eventualmente arcillas carbonatadas (margas) de colores blancos, lo que da lugar a que a este grupo de materiales suele denominárseles como “Facies Blanca”.

Las capas calizas, que es la litología más frecuente, son con frecuencia arcillosas (“margas”) y oquerosas y muchas veces con aspecto casi travertínico, mostrando una notable actividad de algas. Están estratificadas en capas de espesor decimétrico.

Este tramo superior calcomargoso puede observarse en las proximidades del pueblo, en uno de los pequeños desmontes que genera el Camino del Arca, a mano izquierda, en las proximidades de la fuente del mismo nombre:

Calizas margosas y margas. Unidad Intermedia del Mioceno.

Arcillas margosas blancas. Unidad Intermedia del Mioceno.

Estos materiales se depositan en el periodo entre 15 y 10 millones de años atrás, y constituyen la unidad estratigráfica conocida como “Unidad Intermedia del Mioceno”, que alcanza un espesor variable entre 50 y 200 metros.

La reactivación tectónica, y consecuente elevación, fundamentalmente del Sistema Central y en menor medida de la Sierra de Altomira, genera un cambio en las condiciones de la zona, dando lugar a la desaparición de los lagos, la erosión y disolución localizada a veces importante (karstificación) de las calizas del ciclo anterior, y posteriormente a la instalación de una red fluvial de procedencia norte que da lugar, en condiciones climáticas más húmedas que las del ciclo anterior, a la llegada de arrastres provenientes de los bordes de la cuenca, fundamentalmente gravas, arenas y arcillas. El espesor y la distribución de estos sedimentos es muy variable, habiéndose observado en el entorno de Ambite paquetes de 5 a 10 metros de espesor constituidos por arenas arcósicas (a veces con cantos de granito o pizarras, testigos de su procedencia norte, del Sistema Central), areniscas y arcillas de colores blancuzcos o rojizos, a veces grises o verdosos.

Arenas de la base de la Unidad Superior del Mioceno. (Fotografía tomada en Perales de Tajuña)

Con el tiempo el sistema evoluciona a condiciones principalmente palustres y lacustres, que sugieren un paisaje de praderas pantanosas con algunos canales fluviales, en los cuales se depositan las denominadas tradicionalmente “Calizas del páramo”. Estas calizas se presentan en la zona de Ambite con espesores entre 20 y 50 metros, de color gris o beige, con intercalaciones tobáceas (zonas pantanosas) y niveles terrígenos (canales fluviales) que indican una disminución significativa de la salinidad del medio, y el paso de un régimen endorreico (sin drenaje hacia el exterior de la cuenca) a exorreico (con drenaje hacia el exterior) aun cuando éste se verificaría en un punto relativamente alejado de la zona.

La foto adjunta muestra un detalle de estas calizas, observable en las márgenes del Camino del Arca:

Detalle de las calizas del páramo. Unidad Superior del Mioceno. Fotografía tomada en Perales de Tajuña

Estos materiales (arenas y calizas) se depositan aproximadamente en el periodo entre 10 y 5 millones de años atrás, y constituyen la unidad estratigráfica conocida como “Unidad Superior del Mioceno”, que alcanza un espesor variable que puede superar los 50 metros.

Las calizas del páramo dan lugar a amplias llanuras elevadas (“alcarrias” o “páramos”) características de la zona, que al ser cortadas por los valles de los ríos dan lugar a un característico escarpe morfológico en la parte más alta de las laderas, como se observa en la foto adjunta:

Escarpe morfológico característico en las calizas del páramo. Unidad Superior del Mioceno.

La figura adjunta muestra la paleogeografía y contexto geomorfológico durante la instalación de la red fluvial de la base de la Unidad Superior con interfluvios lacustres que se harán más abundantes al final de este periodo:

(Gráfico obtenido de: Vera J.A. (editor) (2004): Geología de España. SGE-IGME, Madrid)

La caliza del páramo constituye la última de las formaciones rocosas de edad Terciario que pueden encontrarse en la zona de Ambite.

Con posterioridad a la deposición de la Serie del Páramo se produce una importante fase tectónica que a la vez que eleva el marco montañoso provoca el juego de bloques de basamento, dando lugar a pliegues, abombamientos y fallas en toda la cobertera miocena, que son más fácilmente visibles en las calizas de páramo, como se observa en las fotos adjuntas:

Suave pliegue de la estratificación en las calizas de la Unidad Superior del Mioceno, al Norte del Camino del Arca.

Falla que afecta a las calizas de la Unidad Superior del Mioceno en las proximidades de Peña Hueca.

Al final del Plioceno (último periodo Terciario tras el Mioceno) se produce la basculación general hacia el Suroeste, que afecta a todas las formaciones hasta entonces depositadas, y da lugar a la generalización del drenaje de toda la Cuenca del Tajo hacia el Océano Atlántico, que continúa hoy en día.

El final del Plioceno marca el comienzo del Cuaternario.

El Cuaternario propiamente dicho marca una sucesión de episodios áridos fríos y templados húmedos durante los cuales, debido a desplazamientos verticales del terreno y a los cambios del nivel del mar generados por las glaciaciones, la red fluvial se va encajando en la llanura formada en el Plioceno, desmantelándola progresivamente y originando los valles fluviales que forman el paisaje actual, en el entorno de Ambite, principalmente el río Tajuña y el arroyo De la Vega.

La alternancia de periodos húmedos y secos, y las bajadas y subidas del nivel del mar asociadas a las glaciaciones y a los periodos interglaciares respectivamente, da lugar a la alternancia de periodos en que los ríos se estabilizan y generan acumulaciones de gravas, arenas y arcillas en su cauce y llanura de inundación (como principalmente ocurre en el periodo actual) con otros periodos en que se incrementa su poder erosivo y se encajan en su antigua llanura profundizando los valles.

Arenas y limos de la llanura aluvial del Río Tajuña

Se genera así una sucesión de rampas y terrazas característica de los valles actuales. Efectivamente, en las laderas de los valles del río Tajuña y del arroyo de la Vega se observan algunos rellanos formados por gravas redondeadas, que nos indican que en períodos estables el río o el arroyo en el pasado pasaron por allí y depositaron esas gravas, y que posteriormente un mayor poder erosivo del río dio lugar al encajamiento del mismo en la llanura aluvial, que pasó a quedar “colgada” en la ladera y empezó a ser destruida progresivamente por los procesos erosivos de ladera, mientras el río se encajaba en el fondo del valle.

Gravas algo redondeadas que constituyen los restos de una terraza aluvial, sobre las arcillas verdes de la Unidad Intermedia del Mioceno, en un desmonte de la carretera a Loranca de Tajuña.

La profundización de los valles afecta de distinta forma a los sedimentos terciarios. Los terrenos blandos se erosionan intensamente dando lugar a laderas suaves, mientras que las calizas de la unidad superior, más resistentes, generan escarpes verticales en las partes altas de las laderas.

Se genera así el paisaje característico de los valles fluviales en la zona: la llanura aluvial del río en la base y una suave ladera hasta alcanzar la parte alta donde se verticaliza al encontrar las calizas del páramo.

En la fotografía adjunta se observa esta geometría, en primer término la llanura aluvial del Río Tajuña (la vega) y al fondo la Peña Ambite (calizas del páramo) coronando la ladera.

En primer término la llanura aluvial del Río Tajuña (la vega) y al fondo la Peña Ambite (calizas del páramo) coronando la ladera.

No obstante, esta geometría no constituye un sistema estático. El desnivel generado por el propio río Tajuña da lugar a que en las épocas lluviosas las tierras y rocas que forman sus laderas se erosionen y se vean arrastradas por las vaguadas hacia la llanura aluvial y el río, de forma que parte de las tierras se acumulan en la ladera (coluviones) y parte es arrastrado por el río.

Coluvión en el Camino del Robledillo.

Además, otro fenómeno singular tiene lugar en las laderas del Tajuña principalmente, pero también del Arroyo de la Vega.

Las arcillas de la Unidad Intermedia del Mioceno, principalmente las arcillas verdosas, presentan una elevada capacidad de absorción de agua, de forma que en épocas lluviosas se empapan de agua disminuyendo considerablemente su resistencia en superficie e iniciando procesos de “reptación” o flujo superficial ladera abajo que, favorecidos por la sobrecarga generada por la existencia del escarpe rocoso de las “calizas de páramo” en coronación de las laderas, genera un movimiento generalizado superficial de la ladera, lento pero persistente, que genera la rotura del macizo de las “calizas de páramo” aprovechando las “diaclasas” o fracturas existentes en él, y desgaja grandes bloques que pueden tener dimensiones de decenas e incluso centenares de metros, que literalmente “viajan” ladera abajo hacia el valle deslizando sobre su superficie.

En el tramo en el que el río Tajuña atraviesa el término municipal de Ambite este fenómeno es muy frecuente y se observa en ambos lados del valle. Se identifica por la existencia de grandes acumulaciones de bloques de la caliza de páramo que mantienen una cierta apariencia de estratificación (ya que no se trata de bloques caídos y rodados sino deslizados sobre un “colchón” de suelos arcillosos) separadas del escarpe rocoso, a media ladera o incluso en su parte baja, que generan superficies subhorizontales u “hombreras” en la ladera.

Se trata de un proceso lento, sólo activo mayoritariamente en épocas lluviosas,  que un recorrido visual por las laderas y los escarpes del valle del Tajuña mostrará en todas sus fases, desde la formación de grandes grietas abiertas que marcan el inicio de la rotura en los escarpes de caliza, hasta los grandes bloques calizos ya muy deteriorados e incluso ruiniformes que han alcanzado ya los pies de las laderas en la llanura aluvial del río.

La foto obtenida ya en Orusco pero muy cerca del límite del término municipal de Ambite, en la margen izquierda del río Tajuña, muestra con claridad este fenómeno. Se observan tres grandes bloques fracturados de dimensiones hectométricas, muy separados de su emplazamiento original en coronación de la ladera, lo que evidencia el desplazamiento sufrido ladera abajo.

Bloques deslizados en la margen izquierda del río Tajuña.

Por último, en lo que se refiere a la evolución geológica de los materiales que constituyen el asentamiento del Ambite actual, cabe señalar que desde la finalización de la deposición de las calizas del páramo, éstas sufren un proceso lento pero continuo de disolución y alteración que continúa en la actualidad, que da lugar a un lavado de los carbonatos (que llega a generar cavidades) y a la permanencia de un residuo arcilloso (suelo eluvial) que rellena las depresiones que se generan por la disolución. Si la disolución es importante se generan auténticas “dolinas” aunque no tengan una notoriedad evidente, en cuyas zonas bajas se acumulan los suelos residuales o incluso pueden inundarse en épocas lluviosas originando lagunas efímeras.

Las zonas en que el desarrollo de suelos eluviales es suficiente, se utilizan para el cultivo, mientras que donde la disolución ha sido menor la roca caliza aflora en superficie, dificultando su cultivo y quedando ocupada con frecuencia por monte de encinas, coscojas, etc.

En la primera foto se muestra una zona donde el suficiente desarrollo de suelo eluvial permite el cultivo, y en la segunda otra área donde la roca aflora en superficie y permanece inculta, ocupada por monte:

El desarrollo suficiente del suelo eluvial permite el cultivo.

Donde el suelo eluvial apenas existe la roca aflora en superficie y el terreno permanece inculto, ocupado por monte.

La acción de los agentes atmosféricos (lluvia, viento, hielo, calor, frío) ha alterado las propiedades de la superficie de las rocas de Ambite facilitando su reblandecimiento, erosión, arrastre, etc, generando hundimientos, valles, deslizamientos, aterramientos… Hoy en día siguen actuando estos procesos y modificando la forma de los valles y llanuras aunque, por su lenta velocidad, no los percibimos en el tiempo de una generación humana, salvo en momentos singulares, como cuando se producen fuertes lluvias, inundaciones, derrumbes, etc.

Todo ello constituye el sustrato en el que se desarrolla y con el que interacciona la flora y fauna de Ambite.

Aguas subterráneas

La composición y estructura deI conjunto de unidades geológicas aflorantes en la zona de Ambite tienen como consecuencia un comportamiento distinto y característico de cada una de ellas con respecto al almacenamiento y transporte de las aguas subterráneas (Hidrogeología).

Así, la Unidad Inferior del Mioceno, formada por yesos fundamentalmente, es permeable por fisuración y generación de cavidades por disolución de la roca (karstificación) que en ocasiones es relevante donde se desarrollan procesos de disolución importantes, por lo que puede albergar aguas subterráneas que, debido a su composición característica, son intensamente salinas. No genera alumbramientos de agua en la zona por lo que no tiene repercusión hidrogeológica en la zona de Ambite.

La Unidad Intermedia del Mioceno, situada sobre la anterior, está formada por arcillas fundamentalmente, con intercalaciones de yeso y eventualmente calizas. Las arcillas constituyen un terreno impermeable por lo que, si bien los paquetes de caliza y yeso intercalados pudieran presentar alguna permeabilidad, al estar inmersos dentro de la arcilla el conjunto de la unidad resulta impermeable en la práctica.

Sin embargo, la impermeabilidad de esta unidad intermedia tiene una repercusión característica en toda la zona, en relación con la Unidad Superior del Mioceno, que se sitúa sobre ella.

Efectivamente, la Unidad Superior del Mioceno está constituida en la zona por el nivel basal de arenas, areniscas y arcillas, bajo el importante paquete de “Calizas del Páramo”. Si bien el nivel basal arenoso tiene una permeabilidad variable, el paquete de calizas es muy permeable, ya sea por fisuración o por karstificación, constituyendo un nivel “acuífero” que constituye un almacenamiento de agua subterránea relevante en la zona. El agua de lluvia que se infiltra en la superficie de las calizas percola por gravedad hacia profundidades mayores. Sin embargo, al llegar en su percolación a la Unidad Intermedia arcillosa no puede atravesarla debido a su impermeabilidad, y discurre por el contacto hasta alcanzar la superficie topográfica, donde genera manantiales en las laderas del valle del Tajuña. Tal es el origen de la fuente del Arca. En ocasiones la presencia de coluviones permeables en las zonas de afloramiento del agua puede dar lugar a que el punto de afloramiento del agua se sitúe a cota más baja que la del contacto entre la Unidad Superior y la Unidad Intermedia, al discurrir el agua por el coluvión sin aflorar en superficie; esto pudiera explicar el emplazamiento de la fuente del Robledillo, situada claramente a cota más baja que la del contacto entre las dos unidades.

Esquema hidrogeológico de los principales acuíferos de Ambite.

Fuente del Robledillo.

Al depender estos afloramientos de agua del aporte de las calizas del páramo, y tener éstas un espesor y una permeabilidad relevantes, son fuentes que rara vez se secan, lo que favoreció ya en la antigüedad el asentamiento de núcleos humanos en el entorno de la fuente del Arca, la más estable de las dos mencionadas.

Respecto a la calidad de las aguas procedentes de este acuífero, es de destacar que poseen una dureza media, siendo esencialmente bicarbonatadas, muy vulnerable respecto a las contaminaciones químicas, tanto por acción de pesticidas y fertilizantes agrícolas como por la acción de pozos negros y vertederos.

 

El aluvial del río Tajuña constituye también un acuífero local relevante, constituido por gravas, arenas y arcillas en proporción variable, con una elevada capacidad de almacenamiento del agua que recibe como aporte constante del propio río Tajuña.

Tanto el acuífero de las calizas de páramo como el aluvial del Tajuña son muy vulnerables a la contaminación por acción de pesticidas y fertilizantes agrícolas. 

Este proyecto ha sido posible gracias al Ayuntamiento de Ambite y a la colaboración de: